La condicionalidad de lo imposible.
El mayor de los escollos es la condicionalidad del discurso: si todos votásemos a un partido.
Esa alternativa, que solo infunde ilusión y animo a validar un sistema, que ya nació viciado, esta vedada. El bipartidismo, que lo invade todo, ha tomado posición desde su inicio, era y es su razón de existir. Han copado el poder judicial, el poder económico, el poder informativo, el poder corporativo y todos los poderes que seamos capaces de imaginar. El monstruo se ha hecho grande, tan grande que se ha tragado al propio individuo, que no llega a ser nada si no es al abrigo partidista. Han accionado, manipulado y manejado aquellos dogmas capaces de formar masa estable e indestructible. Hemos votado, durante todos estos años, a lo mismo, contribuyendo a su fortalecimiento y asentamiento. Tampoco hemos hecho nada diferente a otros países asentados en el bipartito, no es un hecho aislado.
Cuando hay, hoy por hoy, una bajada de ambos, surge la idea de unificar ambos partidos, que nunca han sido distintos. La idea es eliminar el bipartito para constituir “EL PARTIDO”, pero hace falta una fuerza política, que sin posibilidad, de a entender que hay libertad de elección, seguir votando para legitimar el sistema. Aglutinar la izquierda para crear ilusión, que en definitiva, es lo que mantiene un sistema revestido de supuesta libertad de elección. La Hidra de Lerna, formada por la tres “R”, va a nacer con una capacidad destructiva descomunal, juntando en uno todas las formas de poder imaginables.
Esto es lo que veo y me empuja a ser escéptico e incrédulo, a no creer ni depositar crédito en nada que tenga que ver con la conservación y legitimación del sistema.
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